7.25.2007

Predicciones de una Alameda sin viejos

Estoy a punto de cruzar la Alameda. El semáforo me indica que no cruce. ¡Stop Javiera! Pero no vienen autos. Quiero cruzar. Cruzo o no cruzo. Podría correr. Pero odio correr. Cruzo o no cruzo. Levanto un pie. Me animo. Ahí voy. ¡Mírenme! Volaré la Alameda con mis cortas piernas. Siento un ruido extremo en mi oreja. Una bocina. Me paralizo. El corazón se aceleró. Casi me atropellan. Vuelvo a pararme sobre la berma. Mejor esperaré a que el semáforo me diga qué hacer. Pienso que me gustaría haber vivido en la Revolución Científica de Europa, ntes de que los relojes fueran indispensables. A veces no me gusta esto de vivir atada al horario. Tampoco me gusta vivir atada a las máquinas. Sin embargo, vivo atada al computador, a la tele, al auto, al teléfono, al microhondas, al metro, a la micro. Puede que en el fondo ame en exceso a las máquinas. Me asusto. Creo que mi vida depende de una máquina. Hace frío. Me dan ganas de tomar chocolate caliente. Para eso necesito una máquina cerca. Amo las máquinas de chocolate caliente, pero no hay máquinas de chocolate caliente cerca. Odio que las máquinas me creen vicios y que luego no estén donde las necesito. El semáforo muestra a una persona parpadeando de color verde. Ahora si puedo cruzar. ¡Gracias! ¿Quién habrá inventado el semáforo? Claramente no pensó en los daltónicos eligiendo esos colores. Camino. Miro a la cordillera. Hermosa cordillera. No hay tanto smog como otros días gracias a la lluvia. Que siga lloviendo. Sigo caminando. La persona del semáforo empieza a parpadear en la mitad de mi camino. Tengo que correr. Y repito: odio correr. Vuelvo a odiar a las máquinas. Odio a este semáforo apurón. Odio a quien inventó el semáforo. Desearía conocerlo para manifestarle mi odio a correr y a estar atada a su tiempo. No debería odiar tanto pero, ¿Qué haré cuando sea vieja y no pueda correr? No podré andar más por la Alameda. Pobre Alameda. Se quedará sin viejos.